miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ti(n)tina en el Tíbet


Podrá sonar extraño, pero tan extraño como cierto es lo que os cuento a continuación. O al menos, así lo guardo en mi memoria. Si “Tintín en el Tíbet” cedió el paso a “Los cigarros del faraón” en ser el primero de mi colección, no fue ni más ni menos que por el predominio del color blanco que en él había. Lo sé, suena extravagante, pero así es. Y no sólo es que fuera demasiado blanco, sino que Tintín no lucía tanto en él su famosa combinación jersey azul-bombachos-gabardina conocida en el mundo entero. Preferí el otro porque era… más Tintín. Y puestos a tener un Tintín, dado que no sabía yo por entonces que acabaría completando la colección casi en su totalidad (*), tenía que tener un Tintín… Tintín.

No pasó demasiado tiempo antes de que El Ratoncito Pérez (o quizá fuera Papá Noel, no lo recuerdo bien) devolviera la cordillera del Himalaya al lugar que merecía, dejándola bajo mi almohada mientras dormía. Y con el frío de las cumbres llegaron Tchang, el Yeti, y Rayo Bendito.  Tan impredecible fue mi primer contacto con el budismo como la fascinación que el gorro amarillo de esos personajes de túnica granate provocó en mí. Y en la línea de lo impredecible es como llegué este verano a toparme con los lamas de la Orden del Gelugpa y sus sombreros amarillos en persona. Un precioso rincón del mundo descubierto, un sueño de la infancia cumplido, y muy buenos recuerdos en la memoria.




(*) Luis nos prestó en su momento “La oreja rota” y, tras devolvérselo, nunca se ha dado la ocasión de comprarlo. Si alguien esté pensando en regalarme algo y no se le ocurre el qué… ¡ahí tiene una pista bien clara!

4 comentarios:

Alejandro de Guezala dijo...

que buena la foto Cris!!! es tuya?!?

tengo MUUUCHAS GANAS de ir al Tibet...

Un beso

Andro

Má dijo...

¡Hummm! ¡que estupendos recuerdos! A pesar de la aparente escasez de medios de que parecian disponer los monjes, su semblante reflejaba cierto grado de felicidad.¿Que decir, de aquel joven-monje-guia-en ingles que nos acompañó en el Monasterio de Labrang que no cesó de reir a carcajada limpia durante toda la visita? ¿te acuerdas?

Bssss

Cristina Portolés Ocampo dijo...

¡Hola Andro! Sí, la foto es mía. Muchas gracias por el cumplido. Un placer el compartirla. La viñeta... lo confieso: la tomé prestada de Hergé. Y mis ganas de conocer más no cesan por haber visto una pequeñita parte del Tíbet. Si es posible, ¡tengo más ganas aún! Pero si vas y haces fotos, quizá me conforme TEMPORALMENTE con verlo en imagen.
Besos,
Cris

Cristina Portolés Ocampo dijo...

¿Cómo no me voy a acordar, mami? Ese sí que había alcanzado el nirvana; lo que no quedó claro es a base de qué. :P