He de confesarlo. Fue un “bonus track” de los Backstreet Boys lo que me hizo saltar de alegría en su momento, y no aquel libro tan grueso de aspecto inabarcable y casi decadente.
Angela’s Ashes no llamaría mi atención hasta unos meses después, y ni siquiera lo haría en su versión original. Aquel libro que llegó con papá de su viaje a Inglaterra en el 98, y que quedó eclipsado por mis ídolos del momento, siguió relegado al olvido en torno a la página 271, donde al parecer claudicó Ana tras su heroico intento de abordaje. Fueron unas anginas, en su empeño fugaz en librarme del cole, las que propiciaron mi reencuentro con esa memorable biografía. El extremo izquierdo del sofá, que por aquel entonces ya nada tenía que envidiar al derecho, dado que revelaba a la perfección mi silueta a través de sus deformidades, fue testigo de las primeras lágrimas que solté en reacción a unas palabras plasmadas en papel.
A esa inolvidable primera declaración de intenciones siguieron ‘Tis, un encuentro totalmente casual en el mercadillo de Sarriá, y Teacher Man, al que fui a esperar a la librería el mismo día de su publicación.
Autocompasivo o no, estandarte del sueño americano o no, autor de bestsellers o no, mi única realidad es que sus palabras cargadas de intencionalidad, ingenio, humor, ironía y escepticismo lograron cautivarme a lo largo de cientos de páginas. Valga como ejemplo de ironía, el que un libro que narra su más absoluta miseria catapultase al autor a la fama y la holgura económica.
Capítulo 17 de Teacher Man, última línea: “Someone calls, Hey, Mr. Mc Court, you should write a book.”
Capítulo 18: “I’ll try.”
Querido “someone”: ¡gracias por aquel comentario decisivo!
Querido profesor Mc Court: ¡gracias por esas tres lecciones magistrales de narración y escritura!
Angela’s Ashes no llamaría mi atención hasta unos meses después, y ni siquiera lo haría en su versión original. Aquel libro que llegó con papá de su viaje a Inglaterra en el 98, y que quedó eclipsado por mis ídolos del momento, siguió relegado al olvido en torno a la página 271, donde al parecer claudicó Ana tras su heroico intento de abordaje. Fueron unas anginas, en su empeño fugaz en librarme del cole, las que propiciaron mi reencuentro con esa memorable biografía. El extremo izquierdo del sofá, que por aquel entonces ya nada tenía que envidiar al derecho, dado que revelaba a la perfección mi silueta a través de sus deformidades, fue testigo de las primeras lágrimas que solté en reacción a unas palabras plasmadas en papel.
A esa inolvidable primera declaración de intenciones siguieron ‘Tis, un encuentro totalmente casual en el mercadillo de Sarriá, y Teacher Man, al que fui a esperar a la librería el mismo día de su publicación.
Autocompasivo o no, estandarte del sueño americano o no, autor de bestsellers o no, mi única realidad es que sus palabras cargadas de intencionalidad, ingenio, humor, ironía y escepticismo lograron cautivarme a lo largo de cientos de páginas. Valga como ejemplo de ironía, el que un libro que narra su más absoluta miseria catapultase al autor a la fama y la holgura económica.
Capítulo 17 de Teacher Man, última línea: “Someone calls, Hey, Mr. Mc Court, you should write a book.”
Capítulo 18: “I’ll try.”
Querido “someone”: ¡gracias por aquel comentario decisivo!
Querido profesor Mc Court: ¡gracias por esas tres lecciones magistrales de narración y escritura!
2 comentarios:
Che...si que valio la pena. Que bien que escribis Cris!!
¡Frank Mc Court sí que escribía bien! ^^
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