lunes, 29 de marzo de 2010

Negocios en China: Parte I (de tantas)

Cuando crees que ya lo has visto todo, cuando crees que ya pocas cosas te pueden sorprender… Es entonces cuando entras en el mundo de los negocios en China.


Un mundo en el que sobre la mesa de una sala de reuniones, entre papeles y ordenadores, aparecen tres bandejas de usar y tirar con comida a gusto del consumidor. ¿Fuera de lugar? Podría pensarse que eso es precisamente lo que me lleva a escribir hoy, pero incluso eso puedo asimilarlo sin excesiva sorpresa. ¿Comer en una sala de reuniones cuando lo que sobran en la oficina son espacios más apropiados? No, no, lo que ha hecho que mis ojos casi se salieran de sus órbitas no ha sido eso, sino el contexto en el que se ha desarrollado la comida.


Pongámonos en situación. Reunión con los clientes entre las doce y las doce y media de esta mañana. ¡Ya empezamos mal! ¿Quién queda a la hora de la comida si no es para comer? Cinco personas: dos en el lado del cliente, tres por nuestra parte.


Toda una deferencia la suya –he pensado yo- el que, nada más llegar a su despacho, nos hayan ofrecido un menú de entrega a domicilio sobre el que elegir. A mesa puesta tras acabar la reunión; o eso es lo que yo pensaba.


Tres cuartos de hora de airoso debate sobre el proyecto habían pasado cuando hemos topado con una diapositiva de difícil comprensión. Cambio de ritmo en la explicación, palabras medidas al milímetro, y repentinamente el cliente se levanta de su silla. A continuación, su asistente; y acto seguido, mi compañera de trabajo. Los dos primeros salen de la sala; y en ese mismo instante entra otra persona, bolsa en mano. De la bolsa saca tres bandejas, y las distribuye según la comanda. Sin más ni más, empezamos a comer.


Minutos más tarde, tras el tiempo justo para engullir la comida, el cliente y su asistenta reaparecen en escena para retomar la reunión; que se desarrolla sin mayor incidencia.


Tengo que añadir que no han sido las prisas en la comida las que han amenazado con atragantarme en más de una ocasión, sino las carcajadas irreprimibles por lo extraño de la situación.


La reunión, bien; gracias.

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