Dos amigas y un agente inmobiliario se encuentran hablando en el rellano frente al ascensor de una casa. Al unísono y sin mediar palabra entre ellos, los tres golpean el suelo con sus respectivos pies, cual si del inicio de un zapateado se tratara.
Opción A: Se trata de una señal de enfado en plena discusión por los precios del alquiler.
Opción B: Están echando a suertes quién baja por las escaleras y quién por el ascensor.
Opción C: Ninguna de las anteriores.
Efectivamente, para los menos avispados, ninguna de las anteriores es la opción correcta.
En China, o mejor dicho, en Pekín, ya que no tengo certeza de que esta broma de mal gusto haya sido extendida por todo el territorio, no se estilan los sensores de movimiento para el encendido automático de luces. En su lugar existen ¡sensores de sonido! ¡Sí señor! El golpe de la puerta de entrada al portal al cerrarse te evita el primer zapatazo, pero no hay elemento natural o sobrenatural que evite los subsiguientes en la subida por las escaleras. Cada rellano requiere un nuevo pisotón. Algunos, incluso varios, ya que parece que no siempre están finos de oído los sensores en cuestión. Cada llegada en la noche a casa se convierte así en una nueva melodía, variando tiempos y tonos según la complexión del intérprete, su conocimiento de la escalera, y el piso al que se dirija.
Sin duda, en cuanto pertenezca definitivamente a una comunidad, propondré a mis vecinos el ir apuntando en partituras las interpretaciones individuales de cada noche, y ponerlas en común cada cierto tiempo para interpretar los zapateaos del portal 4. Ya me estoy imaginando el tablao flamenco en medio del xiaoqu con el evento anunciado a los cuatro vientos: ¡concurso anual de zapateaos! Estoy segura de que con la suficiente práctica, nos haríamos con el triunfo a nivel del distrito de Dongcheng, o del que fuera.
martes, 22 de septiembre de 2009
Flamenquillo fusión
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1 comentario:
¡Cosas veredes, Sancho!
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