El otro día, viendo un documental, descubrí como en lugares recónditos del Tíbet cocinan la carne metiéndola en el estómago limpio de una oveja junto con algo de condimento y unas piedras candentes hasta que está completamente cocida. ¡Impresionante la astucia del ser humano ante la falta de recursos! No solo me pareció precioso por lo simple y práctico del asunto, sino que además… ¡vaya pinta la carne en cuestión! Poco importó que fuera mi hora del desayuno para que las imágenes despertaran en mí unas ganas locas de comer carne a la brasa.
Hoy, en mi paseo por blogs y demás para dar con pistas interesantes sobre Escocia, descubro el “haggis”, uno de los platos más típicos de la cocina de ese país y cuyo “recipiente básico” es ni más ni menos que un estómago de oveja. Parece ser que en el fondo sí que existe esa lógica compartida entre oriente y occidente.
¡Tan lejos, y a la vez, tan cerca!
Ahora bien… Como ocurre con casi todos los increíbles descubrimientos de la humanidad, estoy segura de que los romanos ya sabían del asunto, aunque dejaré las investigaciones al respecto para otro momento. ^^
Hoy, en mi paseo por blogs y demás para dar con pistas interesantes sobre Escocia, descubro el “haggis”, uno de los platos más típicos de la cocina de ese país y cuyo “recipiente básico” es ni más ni menos que un estómago de oveja. Parece ser que en el fondo sí que existe esa lógica compartida entre oriente y occidente.
¡Tan lejos, y a la vez, tan cerca!
Ahora bien… Como ocurre con casi todos los increíbles descubrimientos de la humanidad, estoy segura de que los romanos ya sabían del asunto, aunque dejaré las investigaciones al respecto para otro momento. ^^
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