-Aviso al personal: Esta actualización pierde cierta gracia si no se ha leído previamente el anterior escrito, así que la autora (osease, yo misma) recomienda vivamente la lectura del breve “Nubecillas puni puni” como introducción. ^^- Dicho lo cual…
Cada mañana, una lucha por la supervivencia: Cristina contra el sol.
08:40_ Misión imposible; desisto. ¡Buenos días, mundo!
Volvamos atrás en el tiempo para intentar entenderlo:
08:00_ Suena el despertador.
Nada de qué preocuparse; solo se trata de un aviso para saber que la siguiente será la definitiva.
Segundos después retraso el despertador, me recoloco y sigo con mi placentero sueño.
08: 30_ Algo interrumpe mi descanso, y esta vez no es la alarma. El sol ha empezado su paseo veraniego por mi habitación, tomando como punto de partida el extremo derecho de mi almohada.
Giro mi cuerpo estratégicamente y me zafo de semejante focalización de luz.
08:35_ Desde mi nueva posición descubro que el frente avanza inexorablemente hacia mi persona, puesto que empiezo a sentir el calor en mi oreja. Aún así, intento resistir impertérrita al invasor.
08:40_ Llegamos al inicio del tema. Definitivamente mis estratégicos movimientos han sido en vano y tengo que asumirlo: un día más el sol ha hecho acto de presencia, y por mucho que haya intentado evitarlo, mis movimientos son limitados, y la luz, demasiado intensa.
Sol: 1 – Cristina: 0
Este escarceo se repite invariablemente desde mediados de la primavera hasta final del verano por dos sencillas razones. La primera: el sol está más alto y el edificio de enfrente no alcanza a bloquear la luz directa. La segunda y definitiva: la persiana de mi habitación es demasiado corta como para quedar perfectamente cerrada, por lo que sus tres últimas lamas siempre quedan separadas, no solo permitiendo el paso de la luz, sino focalizando la misma de un modo irritante.
Conclusión: Si a las nueve de la mañana sigo en la cama puedo esperar tumbadita a que salga el sol, pero seguro que tarda lo suyo en decidirse.
Cada mañana, una lucha por la supervivencia: Cristina contra el sol.
08:40_ Misión imposible; desisto. ¡Buenos días, mundo!
Volvamos atrás en el tiempo para intentar entenderlo:
08:00_ Suena el despertador.
Nada de qué preocuparse; solo se trata de un aviso para saber que la siguiente será la definitiva.
Segundos después retraso el despertador, me recoloco y sigo con mi placentero sueño.
08: 30_ Algo interrumpe mi descanso, y esta vez no es la alarma. El sol ha empezado su paseo veraniego por mi habitación, tomando como punto de partida el extremo derecho de mi almohada.
Giro mi cuerpo estratégicamente y me zafo de semejante focalización de luz.
08:35_ Desde mi nueva posición descubro que el frente avanza inexorablemente hacia mi persona, puesto que empiezo a sentir el calor en mi oreja. Aún así, intento resistir impertérrita al invasor.
08:40_ Llegamos al inicio del tema. Definitivamente mis estratégicos movimientos han sido en vano y tengo que asumirlo: un día más el sol ha hecho acto de presencia, y por mucho que haya intentado evitarlo, mis movimientos son limitados, y la luz, demasiado intensa.
Sol: 1 – Cristina: 0
Este escarceo se repite invariablemente desde mediados de la primavera hasta final del verano por dos sencillas razones. La primera: el sol está más alto y el edificio de enfrente no alcanza a bloquear la luz directa. La segunda y definitiva: la persiana de mi habitación es demasiado corta como para quedar perfectamente cerrada, por lo que sus tres últimas lamas siempre quedan separadas, no solo permitiendo el paso de la luz, sino focalizando la misma de un modo irritante.
Conclusión: Si a las nueve de la mañana sigo en la cama puedo esperar tumbadita a que salga el sol, pero seguro que tarda lo suyo en decidirse.

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