domingo, 1 de mayo de 2011

Cristina… Chūnlán… Gé Lì

Cuando tienes nombre de aire acondicionado, cualquier encuentro casual deriva en situación cómica en menos tiempo del esperado.

Para los que aún no me conocéis, para los que acabáis de hacerlo, o para los que me habéis conocido antes de mi paso por BeiDa, me llamo Cristina, o Chūnlán (春兰), como os resulte más fácil. Probablemente, la barrera idiomática y cultural hará que los dos primeros grupos os quedéis indiferentes, o como mucho, intrigados. Al tercero, el de aquellos que me apreciáis lo suficiente como para estar leyendo esto, quizá os parezca que me he vuelto idiota. Pero aún habrá un cuarto grupo de personas que, con el suficiente conocimiento de China, o incluso de manera más genérica, de Asia, tome con total naturalidad mi dualidad onomástica.

No hace ni medio año que interrogaba a Fenghua, mi compañera de trabajo, sobre cuándo había adoptado el nombre de Joyce, y lo que es aún más importante, sobre cuánto tiempo había tardado en sentirse identificada con él. Ante su respuesta -cinco meses- mi gesto se tornó en estupefacción.

Pero si hoy me encuentro aquí, explicando esta historia, es porque parece ser que con sigilo, y sin dejar de ser Cristina, Chūnlán se ha hecho su huequito en mí. Y ya tiene mérito el asunto, considerando las improvisadas circunstancias en las que fui bautizada.
1 de Septiembre de 2010, día de matrícula en BeiDa, lo que yo conocía hasta el momento como Peking University, o PKU en su defecto. Edificio Shaoyuan 2. Carpeta en mano con todos los documentos necesarios para formalizar mi inscripción: pasaporte, carta de admisión, formulario jw 202 original, seis fotos de tamaño carné, contrato de seguro de vida, certificado de registro de alojamiento en China, y examen médico de la cabeza a los pies incluyendo placa torácica. Quién me iba a decir a mí que con semejante preparación me estaba dejando lo más importante: ¡mi nombre chino! Y como no tenía uno, y la inscripción no parecía ser posible sin él, la responsabilidad recayó sobre la persona que se estaba encargando de mi papeleo que, entre risas mías y prisas suyas, me designó como “orquídea de primavera”.

La Cymbidium goeringii es una orquídea pequeña, epífita o litófita, que prefiere un clima fresco a frío. Originaria de la región del Himalaya, ha sido la especie favorita de la cultura china durante siglos. Debió de ser por ello por lo que en 1985, al adquirir una empresa con intención de expandirla hacia el mercado del aire acondicionado, Tao Jianxing decidió concederle los honores de dotarla con el simbolismo que Chūnlán connota. Ni que decir tiene que yo no fui informada de esta última parte en mi apresurado nombramiento. Hoy creo comprender que las risas que me provocó lo absurdo de la situación debieron antojársele a mi bautista cual soplo de aire fresco, y de ahí mi nombre.

En estos meses, Chūnlán ha suscitado todo tipo de reacciones, comenzando en general por lo altisonante o anticuado del nombre, para acabar con el aire acondicionado. Pero hace solo un par de días, en mi primer encuentro con el dueño de un café recién abierto, algo nuevo e inesperado. ¿Qué te llamas Chunlan? ¡Pues nuestro aire acondicionado es de marca Gé Lì! Quizá yo te pueda llamar así… jajaja…

Una semana después, y tras tres visitas al citado café, puedo decir que no sólo he adoptado nombre chino, sino que ya, ¡incluso apodo!


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