Lo confirmo. Soy charlatana por naturaleza. Pensaba escribir un mail común explicándoos de la experiencia familiar del viaje por China, pero resumir no se me da bien. Es más, se me da fatal. Mis mails más cortos tienen una media de tres párrafos; por no hablar de cuando me pongo a incluir fotos en ellos. Y ante la perspectiva de ponerme a escribir algo con lo que quizá pueda eternizarme, y lo que es peor, matar de aburrimiento a más de uno, he decidido retornar a mi recurrente blog. Tampoco puedo prometer que en él vaya a conseguir reflejar todo lo que me gustaría de las pasadas vacaciones. Otro de mis grandes defectos es que me voy por las ramas; así que casi con toda seguridad os digo que no os enteraréis de nada del viaje en sí, pero por intentarlo, que no quede.
domingo, 5 de septiembre de 2010
La hora de la arenga
- ¡Hola! Quiero siete billetes en cama blanda, de Shanghái a Pekín para el día 22 de Agosto.
- ksadhfvrygbccmvbd
- ¿Cómo que no? ¿No quedan?
- jhfier3bmwdpkcmscn
- Pero si sí que quedan, ¿por qué no puedo comprarlos?
- kewurhfnxsncskdnv
- ¿?
Un mes después, y tras descubrir que los billetes de tren en China se ponen a la venta con solo diez días de antelación respecto de la fecha del viaje, empieza la mañana del 12 de Agosto en Guilin, provincia de Guangxi, y ciudad de poco encanto donde las haya.
Blanca intenta coger un taxi que nos lleve a la estación de tren, mientras yo intento aclararme con la persona que en una hora nos pasará a buscar para llevarnos al campo. Tras conseguir llegar allá, y después de una agonizante espera en una cola de avance relativamente ágil, nos plantamos frente a la ventanilla número seis. Y cuando al fin nos encontramos en mitad de la "negociación" de los dichosos billetes... "¡Ups! Lo siento. Esperen un momento."
Parece ser que da igual el tipo de trabajo del que se trate. Haya cliente de por medio o no, a la hora de la "formación", ¡a formar se ha dicho! Bancos, peluquerías, restaurantes, tiendas, y cualquier otro establecimiento con un pequeño grupo de trabajadores ofrecen al visitante un curioso espectáculo diario. En formación y con el jefecillo a la cabeza, "la hora de la arenga" tiene lugar a lo largo y ancho del país, llenando las ciudades de sonidos repetitivos y de difícil comprensión.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)