viernes, 21 de agosto de 2009

Pasados por agua

Llueva o no llueva, las aceras de Shanghai siempre están mojadas. Quizá sea por eso por lo que coches, bicis, triciclos, motos, peatones y puestos de comida, entre otros, conviven en las abarrotadas y caóticas calzadas; pero este es un tema aparte sobre el que escribir. La lluvia, unida a ese implacable calor húmedo que no cesa en su empeño, es un factor a tener en cuenta, por supuesto; pero hay muchos más.

Según se avanza por la calle, caen cuatro gotas del cielo. Dos pasos más allá, nada. Tres pasos más adelante vuelve el goteo intermitente. Y es entonces cuando uno descubre el apasionante universo acuático de la ciudad. Aires acondicionados y tendedores se adueñan de las fachadas de las casas, enriqueciendo la arquitectura de las mismas con una improvisada capa, y refrescando al despistado viandante que hasta el momento andaba ocupado en evitar los charcos. Pero ocurre a veces que no es un tímido goteo, sino cataratas monumentales, lo que se derrama a la vía pública. Y es que a los aires acondicionados tampoco les va mal una limpieza de tanto en tanto; y qué mejor para ese menester que un riego a manguerazo limpio cual si de un jardín se tratara.

Nanjing Road, calle comercial de la ciudad e imán de turistas de la más diversa procedencia, es caso aparte; ya que cambia por completo según la franja horaria. Y sólo es pasada la medianoche cuando aparecen géiseres en ella. Géiseres que no sólo limpian el pavimento de la misma, sino farolas, kioscos, mobiliario urbano, y todo lo que pillen a su paso.

Por último, y aunque no sean aguas de las alturas, sería imperdonable dejar en el tintero alguna otra de las fuentes más comunes de goteo, como las bocas de riego o incendios. ¿He dicho más comunes? Podría malinterpretarse, y deducirse por ello que sus principales usos son el riego y la extinción de incendios, pero nada más lejos de la realidad. Situadas convenientemente en las esquinas de las calles, dan servicio al vecindario, utilizándose al caer el sol como ducha refrescante a discreción. Más o menos, la misma discreción con la que dan uso a las mismas, poblándose los cruces de calles de personajes en ropa interior; y añadiendo, si cabe, más complejidad a los mismos.

miércoles, 12 de agosto de 2009

SPU-ZAG-FRA-DXB... PVG

Noche cerrada. Se abre el telón. De Trojir al aeropuerto de Split se llega en un abrir y cerrar de ojos. Tan rápido que al sol ni le da tiempo a salir, aunque tampoco se retrasa demasiado; que según hemos podido comprobar, es bien tempranero en Croacia. De Split a Zagreb apenas da tiempo de echar una cabezadita; y en estas me encuentro en Frankfurt.

Terminal 1. Me paseo. Me siento. Me reclino. Leo. Paso el rato observando a la gente. Por fin aparece mi vuelo en pantalla. Cambio de ubicación.

Terminal 2. Mostradores de Emirates. La larguísima fila que se extiende ante mí pies es más que disuasoria; mucho mejor un Happy Meal con vistas a la pista de aterrizaje. Media hora de comida, traguico de agua, vuelvo a la fila y observo. Mujeres. Muchas mujeres con muchos niños y muchos velos. Muchos menos hombres. Donde fueres haz lo que vieres. Y así es como mi pañuelo viajero acaba enrollado a mi cuello tapando el “escote”.

Siempre me ha llamado la atención la necesidad de algunas familias de estirpe multitudinaria de ser acompañados a la puerta de embarque por personal del aeropuerto. Ya en el finger observo atentamente a la mujer que precede mis pasos. Velo negro de pies a cabeza, paso dubitativo y orientación al tacto con su mano derecha, que arrastra a lo largo de la pared en busca de apoyo ante la reducida visión que deja su atuendo.

35K. Ventanilla hacia la derecha. Tapizado de butacas y estampado de paredes de gusto diferente al mío –dejémoslo así-. Me sentiría en el cuarto de estar de alguna entrañable ancianita de no ser por la pantalla que tengo frente a mis ojos, que me da la bienvenida a bordo. Cámara de visión trasera del avión; Start i, c, e; o acceso directo a películas y TV. Difícil elección. Ajusto el reposacabezas. Toallita caliente y aún con los pies en la tierra. ¡Que empiece el espectáculo!


Paisaje campestre cubierto de nubes intermitentes. Comida. Película. Me vence el sueño según nos vamos alejando del sol. Ya nos hemos adentrado en el mar Negro, pero a lo que abro los ojos, estamos sobrevolando el Golfo Pérsico. El techo del pasillo es un cielo estrellado. Atrás han quedado Estambul, Teherán, Kuwait, Doha y Barhain entre otros, y ya enfilamos Dubai. De la oscuridad más absoluta emerge una extesión inabarcable de luces dejando entrever las formas más extrañas, y despertando en mí una curiosidad difícilmente imaginable por lo que se extiende a mis pies.

DXB. Aeropuerto de Dubai. Ostentación es la palabra que más se adecúa a lo que tengo ante mis ojos. “Entro en el país” para echar un vistazo fuera del aeropuerto. ¡Plas! Una bofetada de calor corta mi respiración y abrasa mi ropa, que transmite esa infernal sensación al resto de mi cuerpo. 00:00. Estimo que unos 45º. No pueden ser menos. Entro de nuevo en el paraíso de la temperatura artificial y me congelo. Paseo. Encuentro una conexión para el ordenador y pongo al día algunos asuntos. Escribo. Publico.

Apago el ordenador para dirigirme a la puerta de embarque. Siguiente parada, Shanghai.

Corto a negro.