lunes, 19 de abril de 2010

El cielo sobre Pekín

El Diario de Anna Frank... Estambul, de Orhan Pamuk... The natural economist...
Sin que nada lo hiciera presagiar, este último se unió al trágico destino de los primeros y entró a formar parte de mi lista negra, cuando lo dejé olvidado en el avión que me llevó a Palma de Mallorca el pasado verano.
Hoy me encuentro en la tesitura de continuar con The Road, de Cormac McCarthy, o grabarlo a fuego al final de mi oscura lista. Los sondeos lo sitúan con un dos a uno a favor, siendo esa una la que suscribe.
A decir verdad, no creo ser yo la que esté en contra del libro, sino el cielo el que está en contra de nosotros dos. Ese cielo que durante los últimos tres días ha difuminado la línea entre realidad y ficción. Ese cielo gris que, a mi salida del metro, me ha obligado a levantar la vista para asegurarme de que había emergido del subsuelo. Ese cielo gris que, con su frialdad inesperada y sus anocheceres tempranos, nos ha hecho regresar a los días inhóspitos de invierno. Ese cielo al alcance de la mano que, en días como hoy, nos priva de perspectiva y oculta el horizonte. Ese cielo que, en cuanto nos abandone, será el detonante de una explosión de felicidad.
Y llegados a la página cien, digo yo que quizá debería seguir el ejemplo de los protagonistas, retomar el camino, y darle una segunda oportunidad al libro, ¿no? Quizá lo haga.

domingo, 11 de abril de 2010

A golpe de mazo


El Pekín hasta ahora conocido tiene fecha de caducidad. Hordas de obreros se hacen con las calles cada noche para demoler a golpe de mazo paredes que hablan y cuentan historias.
En este contexto, cualquier imagen puede convertirse en histórica de la noche a la mañana. Así es como una inocente captura de tres años atrás documenta el "resurgir" de una calle "histórica", cual ave fénix de sus cenizas. Tristemente en este caso, dejando más cenizas a su paso que las que pretendía regenerar.

Donde ponen el ojo, ponen el diente. Y al tiempo que esos nuevos "centros históricos" caen en una espiral de decadencia, la historia de muros indefensos es arrasada si piedad por las mismas manos, a la espera de una nueva y gloriosa reconversión.