El Diario de Anna Frank... Estambul, de Orhan Pamuk... The natural economist...
Sin que nada lo hiciera presagiar, este último se unió al trágico destino de los primeros y entró a formar parte de mi lista negra, cuando lo dejé olvidado en el avión que me llevó a Palma de Mallorca el pasado verano.
Hoy me encuentro en la tesitura de continuar con The Road, de Cormac McCarthy, o grabarlo a fuego al final de mi oscura lista. Los sondeos lo sitúan con un dos a uno a favor, siendo esa una la que suscribe.
A decir verdad, no creo ser yo la que esté en contra del libro, sino el cielo el que está en contra de nosotros dos. Ese cielo que durante los últimos tres días ha difuminado la línea entre realidad y ficción. Ese cielo gris que, a mi salida del metro, me ha obligado a levantar la vista para asegurarme de que había emergido del subsuelo. Ese cielo gris que, con su frialdad inesperada y sus anocheceres tempranos, nos ha hecho regresar a los días inhóspitos de invierno. Ese cielo al alcance de la mano que, en días como hoy, nos priva de perspectiva y oculta el horizonte. Ese cielo que, en cuanto nos abandone, será el detonante de una explosión de felicidad.
Y llegados a la página cien, digo yo que quizá debería seguir el ejemplo de los protagonistas, retomar el camino, y darle una segunda oportunidad al libro, ¿no? Quizá lo haga.