miércoles, 10 de diciembre de 2008

Momentos mágicos

Hubo un tiempo en el que mi mundo harrypotteriano quería por momentos hacerse más real que el de verdad. También hubo un momento en el que creí estar dando carpetazo a ese universo alternativo al apurar las últimas palabras de una nueva pero definitiva despedida en King's Cross. Y es que esos siete cursos en Hogwarts estuvieron plagados de lugares sorprendentes, criaturas desconcertantes, momentos mágicos, personajes complejos y artilugios anteriormente desconocidos, que hicieron de ese mundo de letras un pozo sin fondo de conocimiento. Y aunque en su momento, quizá por ser muggle, no fui del todo consciente de ello, poco a poco voy dándome cuenta de los muchos conceptos sin nombre que campaban a sus anchas entre nosotros.

Sin ir más lejos, me remito a mi primera entrada en el blog, Titina's Pensieve -El pensadero de Titina-, que habría carecido de un título lo suficientemente apropiado de no ser por esa nueva palabra salida de la pluma de J.K. Rowling. Pero no acaban ahí las definiciones mágicas, no. He de confesar que, tras años de posesión del mismo, acabo de reconocerme poseedora de un portkey. Para los que consiguieran resistir la presión mediática que llevó a medio mundo adulto a revivir su infancia más fantástica, un portkey -traslador, en español- es un objeto que traslada a quien lo toca a un lugar determinado, provocando una fuerte sensación de propulsión en el ombligo en el momento de ser activado. Por lo general, se trata de piezas de deshecho u objetos de uso común para evitar ser desenmascarados a la primera de cambio por personas no deseadas. Tras esta breve explicación volveré a lo que me concernía.

Sssshhhhhh... No se lo digáis a nadie, pero resulta que mi tabla de snowboard es un portkey. Puede permanecer inalterado durante meses, puede toquetearse, subir y bajar de coches y aviones las veces que se quiera, pero en el momento en el que mis botas de color de los zapatos de Dorothy hacen contacto con ella, y mi peso se deja caer sobre la misma... ¡Chaaaaasss! ¡Me traslado a otro mundo! Un lugar en el que, paradójicamente, no hay tiempo ni lugar, ni prisas, ni pausa, ni preocupaciones, ni aglomeraciones… Solo estoy yo y el aire que me sopla en la cara. ¡Y me gusta!